"La lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz". - Jorge Luis Borges
jueves, 3 de abril de 2014
Frases...
http://mexico.cnn.com/entretenimiento/2014/03/31/100-frases-de-octavio-paz-para-celebrar-100-anos-de-poemas-ensayos-y-mas
miércoles, 2 de abril de 2014
Entre tareas y felicitaciones, encuentro un excelente trabajo y se doy a conocer
La vinculación entre literatura y movimientos
sociales se ha producido en Hispanoamérica desde fechas muy tempranas. La
revolución mexicana, que inició al finalizar la primera década del siglo XX,
fue el acontecimiento que provocó la aparición de un sinnúmero de obras
extraordinarias. El inicio del fenómeno literario fue muy próximo al estallido
del gran levantamiento y continuó, incluso hasta nuestros días. Prueba de ello
son obras, como las de José Revueltas, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska o Paco
Ignacio Taibo II. En 1941 Ernest Moore documentó la existencia de 300 novelas;
la cifra sigue aumentando.
Los de abajo, publicada en forma de folletín
en un periódico de El Paso (El Paso del Norte) y como libro el siguiente
año
(1916), es la obra más significativa del
jalisciense Mariano Azuela. Según Seymour Menton, Los de abajo se encuentra entre las mejores novelas mexicanas del
siglo XX[1].
Sin duda, Azuela rompió con el paradigma literario de la época, pues no sólo
fue la primera novela revolucionaria, sino que también innovó gracias a la
técnica con la que plasmó la realidad. A pesar de que podría considerarse como
una novela distópica, Azuela no se aleja de la funesta realidad que atravesaba
la sociedad mexicana durante la Revolución; “una explosión de la realidad”,
como la denominó Octavio Paz[2].
Es precisamente a partir de la sociedad de donde partiremos para realizar este
análisis.
La novela nos narra a través
de un narrador omnisciente, que es Azuela,
la historia de Demetrio Macías, un hombre de pueblo que es sustraído por
el huracán revolucionario. Desde la primera página se desarrolla la acción con
un desafortunado suceso, el cual termina por desencadenar el porvenir del
protagonista: la vida del guerrillero solidario con los humillados, con los de
abajo. Al igual que novelas posteriores como La muerte de Artemio Cruz o Los
relámpagos de agosto, la novela de Azuela es una crítica a los verdaderos
ideales que predominaron durante la Revolución: la ambición y el bienestar
propio.
Por un lado, Zum
Felde afirma que el funcionamiento intelectual latinoamericano, como el ensayo
y la novela, está vinculado a su realidad sociológica. La única diferencia
entre estos géneros literarios prevalece en las formas.[3]
Por otro lado, para Dessau, “mediante la ontología nacional se elimina toda
diferencia de clases”[4],
pues el carácter del mexicano es la consecuencia de un destino histórico
superior a su voluntad. Desde la clase obrera hasta la burguesía comparten la
susceptibilidad y el individualismo; reacción instintiva frente al complejo de
inferioridad. Samuel Ramos comparte el mismo planteamiento:
Sostengo
que algunas expresiones del carácter mexicano son maneras de compensar un
sentimiento inconsciente de inferioridad […] Encontré un tipo popular, “el
pelado”, cuyo comportamiento para compensar el sentido de inferioridad
corresponde con exactitud, a lo que Adler ha llamado “la protesta viril” […]
Por otra parte, en un numeroso grupo de individuos que pertenecen a todas las
clases sociales se observan rasgos de carácter como la desconfianza, la
agresividad y la susceptibilidad, que sin duda obedecen a una misma causa.[5]
Es por ello que podemos considerar
que la novela revolucionaria es un análisis de la sociedad mexicana desde el
escepticismo y el desengaño. Una crítica a la dicotomía civilización-barbarie. A
pesar de tantas guerras civiles, la situación se mantiene; pareciera que el
infortunio es inherente a la mexicanidad. Sin embargo, para bien o para mal, siempre
olvidamos las desgracias y volvemos al eterno conflicto de que la palabra de
cada mexicano siempre será la ley. La tregua perdura hasta que oigamos ladrar
los perros.
BIBLIOGRAFÍA
AZUELA,
Mariano. Los de abajo. México: CFE,
2002.
DESSAU,
Adalbert. La novela de la Revolución
Mexicana. México: FCE, 1972.
FELDE,
Zum. Índice crítico de la literatura
hispanoamericana: la ensayística. México:
Guarania, 1954.
MENTON,
Seymour. La novela colombiana: planetas y
satélites. México: FCE, 2007.
PAZ, Octavio. El
laberinto de la soledad. Madrid: Cátedra, 2003.
RAMOS,
Samuel. El perfil del hombre y la cultura
en México. México: Espasa, 2005.
BIBLIOGRAFÍA ADICIONAL
FRANCO,
Jean. Lectura sociocrítica de la obra
novelística de Agustín Yáñez. México: UNED,
1988.
RAMA,
Ángel. Transculturación narrativa en
América Latina. México: Siglo XXI, 2004.
[1] Cf. Seymour Menton. La novela
colombiana: planetas y satélites. México: FCE, 2007. p. 159
[2] Cf. Octavio Paz. El laberinto de la soledad. Madrid: Cátedra, 2003.
p.127.
[3] Cf. Zum Felde. Índice crítico
de la literatura hispanoamericana: la ensayística. México, Guarania, 1954.
p. 9.
[4] Cf. Adalbert Dessau. La
novela de la Revolución Mexicana. México: FCE, 1972. p. 97.
[5] Cf. Samuel Ramos. El perfil
del hombre y la cultura en México. México: Espasa, 2005. pp. 14-15.
jueves, 27 de marzo de 2014
sábado, 15 de febrero de 2014
Mi padre
Mi padre
Yo tengo en el hogar un soberano,
único a quien venera el alma mía;
es su corona su cabello cano,
la honra su ley y la virtud su guía.
Yo tengo en el hogar un soberano,
único a quien venera el alma mía;
es su corona su cabello cano,
la honra su ley y la virtud su guía.
En lentas horas de miseria y duelo,
lleno de firme y varonil constancia,
guarda la fé con que me habló del cielo
en las horas primeras de mi infancia.
lleno de firme y varonil constancia,
guarda la fé con que me habló del cielo
en las horas primeras de mi infancia.
La amarga proscripción y la tristeza
en su alma abrieron incurable herida;
es un anciano, y lleva en su cabeza
el polvo del camino de la vida.
en su alma abrieron incurable herida;
es un anciano, y lleva en su cabeza
el polvo del camino de la vida.
Ve del mundo las fieras tempestades,
de la suerte las horas desgraciadas,
y pasa, como cristo el Tiberiades,
de pie sobre las ondas encrespadas.
de la suerte las horas desgraciadas,
y pasa, como cristo el Tiberiades,
de pie sobre las ondas encrespadas.
Seca su llanto, calla sus dolores,
y sólo en el deber sus ojos fijos,
recoge espinas y derrama flores
sobre la senda que trazó a sus hijos.
y sólo en el deber sus ojos fijos,
recoge espinas y derrama flores
sobre la senda que trazó a sus hijos.
Me ha dicho: "A quien es bueno, la amargura
jamás en llanto sus mejillas moja:
en el mundo la flor de la ventura
al mas ligero soplo se dehoja.
jamás en llanto sus mejillas moja:
en el mundo la flor de la ventura
al mas ligero soplo se dehoja.
"Haz el bien sin temer al sacrificio,
el hombre ha de luchar sereno y fuerte,
y halla quien odia la maldad y el vicio
un tálamo de rosas en la muerte.
el hombre ha de luchar sereno y fuerte,
y halla quien odia la maldad y el vicio
un tálamo de rosas en la muerte.
"Si eres pobre confórmate y sé bueno;
si eres rico protege al desgraciado,
y lo mismo en tu hogar que en el ajeno
guarda tu honor para vivir honrado."
si eres rico protege al desgraciado,
y lo mismo en tu hogar que en el ajeno
guarda tu honor para vivir honrado."
"Ama la libertad, libre es el hombre
y su juez más severo es la conciencia;
tanto como tu honor guarda tu nombre,
pues mi nombre y mi honor forman tu herencia".
y su juez más severo es la conciencia;
tanto como tu honor guarda tu nombre,
pues mi nombre y mi honor forman tu herencia".
Este código augusto, en mi alma pudo
desde que lo escuché, quedar grabado;
en todas las tormentas fue mi escudo,
de todas las borrascas me ha salvado.
desde que lo escuché, quedar grabado;
en todas las tormentas fue mi escudo,
de todas las borrascas me ha salvado.
Mi padre tiene en su mirar sereno
reflejo fiel de su conciencia honrada;
¡cuánto consejo cariñoso y bueno
sorprendo en el fulgor de su mirada!
reflejo fiel de su conciencia honrada;
¡cuánto consejo cariñoso y bueno
sorprendo en el fulgor de su mirada!
La nobleza del alma es su nobleza;
la gloria del deber forma su gloria;
es pobre, pero encierra su pobreza
la página más grande de su historia.
la gloria del deber forma su gloria;
es pobre, pero encierra su pobreza
la página más grande de su historia.
Siendo el culto de mi alma su cariño,
la suerte quiso que al honrar su nombre,
fuera el amor que me inspiró de niño
la más sagrada inspiración del hombre.
la suerte quiso que al honrar su nombre,
fuera el amor que me inspiró de niño
la más sagrada inspiración del hombre.
Quiera el cielo que el canto que me inspira
siempre sus ojos con amor lo vean,
y de todos los versos de mi lira
éstos los dignos de su nombre sean.
siempre sus ojos con amor lo vean,
y de todos los versos de mi lira
éstos los dignos de su nombre sean.
Juan de Dios Peza
De mis favoritos
NOCTURNO
Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado
como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo.
Todo ha quedado allá, las botellas, el barco,
no sé si me querían, y si esperaban verme.
En el diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos,
una sangría exploratoria lo batió alegremente en cuatro sets.
Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad,
yo sé, siento que un ciego está muriéndose en las cercanías.
Mi mujer sube y baja una pequeña escalera
como un capitán de navío que desconfía de las estrellas.
Hay una taza de leche, papeles, las once de la noche.
Afuera parece como si multitudes de caballos se acercaran
a la ventana que tengo a mi espalda.
(esto de los caballos me recuerda a cierto relato)
Julio Cortázar
Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado
como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo.
Todo ha quedado allá, las botellas, el barco,
no sé si me querían, y si esperaban verme.
En el diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos,
una sangría exploratoria lo batió alegremente en cuatro sets.
Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad,
yo sé, siento que un ciego está muriéndose en las cercanías.
Mi mujer sube y baja una pequeña escalera
como un capitán de navío que desconfía de las estrellas.
Hay una taza de leche, papeles, las once de la noche.
Afuera parece como si multitudes de caballos se acercaran
a la ventana que tengo a mi espalda.
(esto de los caballos me recuerda a cierto relato)
Julio Cortázar
Amiga a la que amo
Amiga a la que amo: no envejezcas.
Que se detenga el tiempo sin tocarte;
que no te quite el manto
de la perfecta juventud. Inmóvil
junto a tu cuerpo de muchacha dulce
quede, al hallarte, el tiempo.
Si tu hermosura ha sido
la llave del amor, si tu hermosura
con el amor me ha dado
la certidumbre de la dicha,
la compañía sin dolor, el vuelo,
guárdate hermosa, joven siempre.
No quiero ni pensar lo que tendría
de soledad mi corazón necesitado,
si la vejez dañina, perjuiciosa
cargara en ti la mano,
y mordiera tu piel, desvencijara
tus dientes, y la música
que mueves, al moverte, deshiciera.
Guárdame siempre en la delicia
de tus dientes parejos, de tus ojos,
de tus olores buenos,
de tus brazos que me enseñas
cuando a solas conmigo te has quedado
desnuda toda, en sombras,
sin más luz que la tuya,
porque tu cuerpo alumbra cuando amas,
más tierna tú que las pequeñas flores
con que te adorno a veces.
Guárdame en la alegría de mirarte
ir y venir en ritmo, caminando
y, al caminar, meciéndote
como si regresaras de la llave del agua
llevando un cántaro en el hombro.
Y cuando me haga viejo,
y engorde y quede calvo, no te apiades
de mis ojos hinchados, de mis dientes
postizos, de las canas que me salgan
por la nariz. Aléjame,
no te apiades, destiérrame, te pido;
hermosa entonces, joven como ahora,
no me ames: recuérdame
tal como fui al cantarte, cuando era
yo tu voz y tu escudo,
y estabas sola, y te sirvió mi mano.
Rúben Bonifaz Nuño
Es Olvido
Juro que no recuerdo ni su nombre,
mas moriré llamándola María,
no por simple capricho de poeta:
por su aspecto de plaza de provincia.
¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,
ella una joven pálida y sombría.
Al volver una tarde del Liceo
supe de la su muerte inmerecida,
nueva que me causó tal desengaño
que derramé una lágrima al oírla.
Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!,
y eso que soy persona de energía.
Si he de conceder crédito a lo dicho
por la gente que trajo la noticia
debo creer, sin vacilar un punto,
que murió con mi nombre en las pupilas,
hecho que me sorprende, porque nunca
fue para mí otra cosa que una amiga.
Nunca tuve con ella más que simples
relaciones de estricta cortesía,
nada más que palabras y palabras
y una que otra mención de golondrinas.
La conocí en mi pueblo (de mi pueblo
sólo queda un puñado de cenizas),
pero jamás vi en ella otro destino
que el de una joven triste y pensativa.
Tanto fue así que hasta llegué a tratarla
con el celeste nombre de María,
circunstancia que prueba claramente
la exactitud central de mi doctrina.
Puede ser que una vez la haya besado,
¡quién es el que no besa a sus amigas!,
pero tened presente que lo hice
sin darme cuenta bien de lo que hacía.
No negaré, eso sí, que me gustaba
su inmaterial y vaga compañía
que era como el espíritu sereno
que a las flores domésticas anima.
Yo no puedo ocultar de ningún modo
la importancia que tuvo su sonrisa
ni desvirtuar el favorable influjo
que hasta en las mismas piedras ejercía.
Agreguemos, aún, que de la noche
fueron sus ojos fuente fidedigna.
Mas, a pesar de todo, es necesario
que comprendan que yo no la quería
sino con ese vago sentimiento
con que a un pariente enfermo se designa.
Sin embargo sucede, sin embargo,
lo que a esta fecha aún me maravilla,
ese inaudito y singular ejemplo
de morir con mi nombre en las pupilas,
ella, múltiple rosa inmaculada,
ella que era una lámpara legítima.
Tiene razón, mucha razón, la gente
que se pasa quejando noche y día
de que el mundo traidor en que vivimos
vale menos que rueda detenida:
mucho más honorable es una tumba,
vale más una hoja enmohecida,
nada es verdad, aquí nada perdura,
ni el color del cristal con que se mira.
Hoy es un día azul de primavera,
creo que moriré de poesía,
de esa famosa joven melancólica
no recuerdo ni el nombre que tenía.
Sólo sé que pasó por este mundo
como una paloma fugitiva:
la olvidé sin quererlo, lentamente,
como todas las cosas de la vida.
Nicanor Parra
mas moriré llamándola María,
no por simple capricho de poeta:
por su aspecto de plaza de provincia.
¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,
ella una joven pálida y sombría.
Al volver una tarde del Liceo
supe de la su muerte inmerecida,
nueva que me causó tal desengaño
que derramé una lágrima al oírla.
Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!,
y eso que soy persona de energía.
Si he de conceder crédito a lo dicho
por la gente que trajo la noticia
debo creer, sin vacilar un punto,
que murió con mi nombre en las pupilas,
hecho que me sorprende, porque nunca
fue para mí otra cosa que una amiga.
Nunca tuve con ella más que simples
relaciones de estricta cortesía,
nada más que palabras y palabras
y una que otra mención de golondrinas.
La conocí en mi pueblo (de mi pueblo
sólo queda un puñado de cenizas),
pero jamás vi en ella otro destino
que el de una joven triste y pensativa.
Tanto fue así que hasta llegué a tratarla
con el celeste nombre de María,
circunstancia que prueba claramente
la exactitud central de mi doctrina.
Puede ser que una vez la haya besado,
¡quién es el que no besa a sus amigas!,
pero tened presente que lo hice
sin darme cuenta bien de lo que hacía.
No negaré, eso sí, que me gustaba
su inmaterial y vaga compañía
que era como el espíritu sereno
que a las flores domésticas anima.
Yo no puedo ocultar de ningún modo
la importancia que tuvo su sonrisa
ni desvirtuar el favorable influjo
que hasta en las mismas piedras ejercía.
Agreguemos, aún, que de la noche
fueron sus ojos fuente fidedigna.
Mas, a pesar de todo, es necesario
que comprendan que yo no la quería
sino con ese vago sentimiento
con que a un pariente enfermo se designa.
Sin embargo sucede, sin embargo,
lo que a esta fecha aún me maravilla,
ese inaudito y singular ejemplo
de morir con mi nombre en las pupilas,
ella, múltiple rosa inmaculada,
ella que era una lámpara legítima.
Tiene razón, mucha razón, la gente
que se pasa quejando noche y día
de que el mundo traidor en que vivimos
vale menos que rueda detenida:
mucho más honorable es una tumba,
vale más una hoja enmohecida,
nada es verdad, aquí nada perdura,
ni el color del cristal con que se mira.
Hoy es un día azul de primavera,
creo que moriré de poesía,
de esa famosa joven melancólica
no recuerdo ni el nombre que tenía.
Sólo sé que pasó por este mundo
como una paloma fugitiva:
la olvidé sin quererlo, lentamente,
como todas las cosas de la vida.
Nicanor Parra
sábado, 4 de enero de 2014
Eólica Por Dolores castro
No parece dejar huella de sí
y sí cavó rendijas en mi pecho
el aire:
suspiró en los rincones
del alma de la carne
con deslumbrantes relampagueos,
corpúsculos de sombra
Y toques de queda
que desenvuelve,
que viene arrastrando
desde abismos
del cielo
el aire, sí.
Intelectuales S.A.
Mientras tú trabajas,
yo pienso por ti.
Y si tú sufres,
yo sufro por ti.
Y si tú no comes,
yo ya comí.
Y si te matan
Yo no morí.
Por Dolores Castro
yo pienso por ti.
Y si tú sufres,
yo sufro por ti.
Y si tú no comes,
yo ya comí.
Y si te matan
Yo no morí.
Por Dolores Castro
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